sábado, 4 de febrero de 2012

Todo empezó una muy ajetreada tarde...


...cuando recordé que contaba con escasos 15 días para elegir alguna actividad y cumplir las horas de autodesarrollo. Era una amplia gama, de hecho pasé casi dos horas de mi tiempo, convenciéndome por cual decantar. Varias de mis compañeras sin pensarlo dos veces se enlistaron con natación y aerobics; mientras otras decidieron poner a prueba sus dotes artísticas al incursionar en clases de pintura, y canto... ¡Era una larga lista de pintorescas actividades! ¡Era difícil elegir! Llegada la noche, me escapé al cyberespacio para inscribir mi autodesarrollo durante este semestre; y jamás imaginé que mi percepción sobre en quién me estoy convirtiendo y lo que sin duda llegaré a ser, cambiaría... Para bien debo agregar.
      Llamaron mi atención unas pequeñas letras azules donde se podía leer: "Literapia",  la descripción de dicha actividad, hizo a mi mente evocar aquellos viernes de tarde en casa de mis padres, cuando la excusa de recibir el sábado juntos, nos convocaba en la sala para dar inicio a un mataron de lectura, que  entre tonos de voz apropiados para el tema leído y un sin fin de expresiones, hacían de la lectura de: cuentos, poesías,  historias bíblicas, biografías y novelas, toda una tragicomedia. "Literapia" me hizo añorar esas tardes de viernes; y fue así como decidí matricularme en este autodesarrollo, que se convirtió en mi más anhelada actividad de la semana. 
        La clase inició con una sesión grupal, para conocer al Docente, los objetivos del proyecto y al resto de los compañeros. Fue ahí cuando la Dra nos llevó al umbral que nos presentaría la triste realidad  que  sólo se vive en los hospitales de nuestro país. La Dra. Rosell, mujer amantes de los libros, quien entre sus charlas trataba de llenarnos la vida de ese amor tan suyo por las letras, es una apasionada y ciega creyente de que no solo la risa cura, sino también una buena lectura. Y pues mucha razón tiene, pues no en vano reza un adagio popular que de las letras se alimenta el alma... y fue la sala de trauma shock del Hospital pediátrico Dr Zubillaga, nuestro terreno para confirmarlo.
    Corrían las horas de aquel martes 04 de octubre cuando la doctora consideró que estábamos preparados para dar inicio, y no con cualquier terapia, sino con LA LITERAPIA . Armados con una maleta azul de rueditas, que a pesar de ser pequeña, transportaba muy humildemente  los más preciados tesoros del departamento: los libros, esos que al igual que la Dra Rosell, soñaban con algún día hacer entrada triunfal por el pediátrico en un muy lindo y colorido carrito de lectura; que les cuento, llegó al Departamento un martes 18 de octubre, gracias a la gentil donación de un muy conocido carpintero de la región.  Así que con maleta en mano, síiii! sin el lindo carrito de literapia pues esa es otra larga novela que espero pronto contarles, nos ceñimos las batas blancas y salimos como buen equipo rumbo a la batalla.

 Mi primer mini-reto:
 Gabriellys María Crespo, ocupaba la cama número 10, y a sus cortos 8 años de edad ya sabía qué era pasar las frías noches y aquellos tan largos y a veces aburridos días en un hospital. Al ver los cuentos de las encantadoras princesas de Disney, dio libre paso a un mágico rubor que se apoderó de su rostro. Ese mismo día me hizo leer 3 cuentos; luego jugar y peinar a sus muñecas mientras ella debutaba en el papel de Blancanieves. Había llegado al pediátrico pues un alacrán hizo lo mejor que sabe hacer  mientras ella jugaba en pleno campo abierto. Jamás imaginé que en plena época de videojuegos, computadores, dvds, etc;  hubiesen tantos niños anhelando escuchar historietas, y con ganas inmensas de hacer remontar sus màs puras ilusiones. Al finalizar el día me sentí como el hada madrina que había llegado a trauma shock para alegrar a esa pequeña que tanto miedo a las agujas tenía. 

(Foto: Gabriellys María Crespo, justo después de que le inyectaran un antibiótico)