...cuando
recordé que contaba con escasos 15 días para elegir alguna actividad y cumplir
las horas de autodesarrollo. Era una amplia gama, de hecho pasé casi dos horas
de mi tiempo, convenciéndome por cual decantar. Varias de mis compañeras sin
pensarlo dos veces se enlistaron con natación y aerobics; mientras otras
decidieron poner a prueba sus dotes artísticas al incursionar en clases de
pintura, y canto... ¡Era una larga lista de pintorescas actividades! ¡Era
difícil elegir! Llegada la noche, me escapé al cyberespacio para
inscribir mi autodesarrollo durante este semestre; y jamás imaginé que mi
percepción sobre en quién me estoy convirtiendo y lo que sin duda llegaré a
ser, cambiaría... Para bien debo agregar.
Llamaron mi atención
unas pequeñas letras azules donde se podía leer: "Literapia", la
descripción de dicha actividad, hizo a mi mente evocar aquellos viernes de
tarde en casa de mis padres, cuando la excusa de recibir el sábado juntos, nos
convocaba en la sala para dar inicio a un mataron de lectura, que entre
tonos de voz apropiados para el tema leído y un sin fin de expresiones, hacían
de la lectura de: cuentos, poesías, historias bíblicas, biografías y
novelas, toda una tragicomedia. "Literapia" me hizo añorar esas
tardes de viernes; y fue así como decidí matricularme en este autodesarrollo,
que se convirtió en mi más anhelada actividad de la semana.
La clase inició con una sesión grupal, para conocer al Docente, los objetivos del proyecto y al resto de los compañeros. Fue ahí cuando la Dra nos llevó al umbral que
nos presentaría la triste realidad que sólo se vive en los hospitales de
nuestro país. La Dra. Rosell, mujer amantes de los libros, quien entre sus charlas trataba de llenarnos la vida de ese amor tan suyo por las
letras, es una apasionada y ciega creyente de que no solo la risa cura, sino
también una buena lectura. Y pues mucha razón tiene, pues no en vano reza un
adagio popular que de las letras se alimenta el alma... y fue la sala de trauma
shock del Hospital pediátrico Dr Zubillaga, nuestro terreno para confirmarlo.
Corrían las horas de aquel martes 04 de octubre cuando la doctora consideró que
estábamos preparados para dar inicio, y no con cualquier terapia, sino con LA
LITERAPIA . Armados con una maleta azul de rueditas, que a pesar de ser
pequeña, transportaba muy humildemente los más preciados tesoros del
departamento: los libros, esos que al igual que la Dra Rosell, soñaban con
algún día hacer entrada triunfal por el pediátrico en un muy lindo y colorido
carrito de lectura; que les cuento, llegó al Departamento un martes 18 de
octubre, gracias a la gentil donación de un muy conocido carpintero de la
región. Así que con maleta en mano, síiii! sin el lindo carrito de
literapia pues esa es otra larga novela que espero pronto contarles, nos
ceñimos las batas blancas y salimos como buen equipo rumbo a la batalla.
Mi
primer mini-reto:
Gabriellys María
Crespo, ocupaba la cama número 10, y a sus cortos 8 años de edad ya sabía qué
era pasar las frías noches y aquellos tan largos y a veces aburridos días en un
hospital. Al ver los cuentos de las encantadoras princesas de Disney, dio libre
paso a un mágico rubor que se apoderó de su rostro. Ese mismo día me hizo leer
3 cuentos; luego jugar y peinar a sus muñecas mientras ella debutaba en el
papel de Blancanieves. Había llegado al pediátrico pues un alacrán hizo
lo mejor que sabe hacer mientras ella jugaba en pleno campo abierto. Jamás
imaginé que en plena época de videojuegos, computadores, dvds, etc;
hubiesen tantos niños anhelando escuchar historietas, y con ganas inmensas de
hacer remontar sus màs puras ilusiones. Al finalizar el día me sentí como el
hada madrina que había llegado a trauma shock para alegrar a esa pequeña que
tanto miedo a las agujas tenía.
(Foto: Gabriellys María Crespo,
justo después de que le inyectaran un antibiótico)